Para ventajas competitivas, hay que tener investigadores

Los investigadores del Sistema de Innovación Nacional (SIN) se convierten en ejes fundamentales para poder crear, adoptar, adaptar, utilizar y difundir los conocimientos que resultan de los procesos de Investigación, Desarrollo e Innovación (I+D+I) llevados a cabo al interior o exterior del país, como también de la empresa, la universidad, de organismo públicos de investigación, entre otros.

Para lograr ventajas competitivas en la sociedad, economía del conocimiento y aprendizaje, se necesita contar con alta densidad de investigadores diseminados en los sectores productivos, sociales, económicos, políticos y culturales. Colombia evidencia una gran debilidad en este sentido. Según la Ricyt (2012), nuestro país cuenta con un poco más de 7.000 investigadores de tiempo completo, contrario a Argentina y Brasil, que tienen 34.879 y 106.359, respectivamente. Este es el reflejo de invertir escasamente en I+D por habitante y por investigador: Chile invierte 53,07 dólares por habitante y 166.730 dólares por investigador, Brasil invierte 128,58 y 179.260, y Colombia 12,56 y 79.880, respectivamente.

Los investigadores colombianos de tiempo completo que laboran entre las principales fuentes de empleo, según la Ricyt para Brasil y Argentina, y Cotec para Alemania, son comparativamente bajos. El Gobierno de Brasil emplea el 5,52 por ciento, la empresa genera empleo para el 25,94 por ciento, las instituciones de educación superior (IES) emplean al 67,79 por ciento de los investigadores de tiempo completo y las instituciones privadas sin fines de lucro (IPSL), el 0,73 por ciento. En Argentina, el Gobierno brinda oportunidades al 45,08 por ciento de los investigadores, la empresa emplea al 8,93 por ciento, las IES al 44,53 por ciento y las IPSL al 1,44 por ciento. El Gobierno colombiano emplea al 1,07 por ciento, la empresa al 1,09 por ciento, las IES al 89,61 por ciento y las IPSL al 8,21 por ciento. Para Alemania, el Gobierno emplea al 15,5 por ciento, las empresas al 57,8 por ciento y las IES al 26,7 por ciento.

Tenemos reducido el número de investigadores entre los actores del Sistema de Innovación Nacional, sin embargo existen políticas públicas que ralentizan los procesos de formación de personas que desean estudiar maestrías y doctorados a nivel nacional o internacional, por medio de becas o becas-crédito. Pero un obstáculo para ello es la edad. Para las personas que quieran hacer una maestría o un doctorado después de los 40 años ello es un imposible en nuestra nación, bajo el argumento de la vida útil del investigador y de los retornos que se esperan de él, una vez finalice su doctorado.

Sin embargo, las tendencias internacionales indican que las personas que tienen mayor edad publican más, y sus impactos son mayores sobre los procesos de productividad científica y tecnológica, hallazgos similares encontrados por autor en la tesis doctoral. Por ejemplo, las más recientes, Molina-Montenegro y Gianoli, (2010) y George-Nascimento, (2010), indican esta tendencia. También Stepthan y Levin (1997 y 1991) observan que el ciclo de vida de los científicos depende de la edad y disciplina científica, originando, en unos, incrementos y, en otros, disminuciones de la productividad científica y tecnológica. No obstante, Reskin (1977) y Bozeman et al. (1999: 10) manifiestan que la prolongación de la productividad científica y tecnológica de los científicos depende del modelo de trabajo al cual estén articulados.

El otro obstáculo es pasar de los 60 años, edad que indica ‘retirarse formalmente’ de las actividades investigativas. Este fenómeno no se puede dar en nuestro país frente a la gran necesidad que se tiene de investigadores. Por el contrario, se debe implementar una estrategia para que su experiencia y sabiduría produzcan los beneficios que esperan las regiones y el país entero en todo lo relacionado con la academia, pedagogía, investigación, entre otros.

El conocimiento y la sabiduría se van ganando con la experiencia y los años de trabajo, y en un país como Colombia, con baja inversión en C+T+I, escasa cultura innovativa, exiguo número de investigadores haciendo I+D, tanto en empresas como en las administraciones públicas, irrisoria solicitud y obtención de patentes, pequeña cantidad de spin-off y star-up universitarias, no se debe desaprovechar la sinergia y capacidad investigativa que tienen los investigadores que sobrepasan los 60 años. Ellos, bajo un marco de políticas públicas de ciencia, tecnología e innovación, pueden coadyuvar a menguar las diversas dificultades que se padecen actualmente para articularse y acompasarse al ritmo científico y tecnológico, como ha ocurrido, por ejemplo, en Brasil.

Según tendencias internacionales, las personas de mayor edad publican más y sus impactos son mayores sobre los procesos de productividad científica y tecnológica.*