CADA VEZ HAY MENOS INGENIERAS

“Si los hombres que diseñan los baños de las mujeres supieran de la congestión y las largas filas que se forman allí dentro, seguramente pensarían que una distribución distinta del espacio hubiera sido ideal para que fueran más cómodos”, dice Paula Lago a un grupo de alumnas de varios colegios, atentas a una charla en la que explica a grandes rasgos los diversos proyectos en los que ha estado involucrada gracias a su profesión.

También les cuenta cómo durante el diseño y desarrollo de uno de los primeros programas de reconocimiento de voz, jamás pensaron que una mujer podría llegar a usarlo, de manera que cuando una de nosotras lo probó, el sistema no funcionó. “¿Ven por qué es bueno que estemos allí?”, les dice con voz tímida, ya que lo suyo es la investigación y no el hablar a un público de adolescentes inquietas.

Paula no sobrepasa los 30 años de edad y cursa un doctorado en Ingeniería de Sistemas y Computación en la Universidad de los Andes; también es una de las panelistas invitadas a Digigirlz, una iniciativa que Microsoft llevó a cabo por primera vez en Colombia este año, pero que ya ha tenido varias ediciones en países de todos los continentes y cuyo fin es motivar a las niñas a estudiar ingenierías, en especial la de sistemas.

Además de Paula, varias de las ingenieras que allí trabajan, todas por encima de los 40 años de edad, son invitadas a compartir su experiencia profesional con el objetivo de romper cualquier prejuicio que las estudiantes puedan tener sobre la carrera.

Empezando por cosas triviales, como la vestimenta. Claudia Ortiz, del área de ventas, acepta con un poco de vergüenza que al principio no le llamaban la atención estas profesiones. “Yo veía a los ingenieros en bata blanca y no quería vestirme así”, dice en su atuendo de alta ejecutiva financiera. Finalmente se lanzó a estudiar y, hoy día, entiende a fondo las necesidades de sus clientes gracias a sus conocimientos en ingeniería, que fundamentan todo su discurso.

Esto mismo explica Nora Costa, del área comercial, para quien el principal motivo por el que las mujeres descartan estas carreras es el temor a las matemáticas. “Es necesario aclarar que son un fundamento y no la carrera, y muchas nos movemos en temas que no están relacionados con ellas”, asegura. Sin embargo, hay otras que efectivamente escogieron la ingeniería porque les gustaban los números, como a algunas de las niñas que están en la sala del colegio Menorah, quienes les preguntan por qué estudiar sistemas y no administración.

“Una ingeniera puede ser una buena administradora, pero no al contrario”, le responden las panelistas de inmediato. “Esta profesión te estructura la mente porque sabes de dónde vienen las cosas y por qué funcionan así. Para estar con los clientes necesitas eso, estar estructurada”, dice Olga Lucía Aristizabal, quien trabaja en el área relacionada con ‘La nube’.

“¿Y por qué no comercio o negocios internacionales?”, pregunta otra estudiante del colegio Italiano, a lo que Olga responde que es un asunto de credibilidad. “Siempre les queda a los clientes la impresión de que uno está haciendo un análisis más profundo y de que les estás diciendo la verdad”, cuenta; Nora añade que la ingeniería es indispensable si entre los objetivos de una persona está trabajar en compañías de la naturaleza de Microsoft.

Lejos de tratarse de un ejercicio académico de pregunta respuesta, la jornada de Digigirlz les permite a las niñas integrarse con las adultas. “Nosotras también somos rumberas”, les aseguran las mayores entre risas a las estudiantes. También les dicen que nunca se aburren y que les encanta que por el solo hecho de ser ingenieras, de entrada ya proyectan la imagen de una persona a la que le gustan los retos y eso genera respeto de inmediato, tanto de hombres como de mujeres.

Mujeres en computación, una causa internacional

Motivar a las niñas a estudiar ingenierías no es solo una preocupación de Microsoft. En varios países como Chile, Estados Unidos y Gran Bretaña existen organizaciones que intentan detener el descenso del número de mujeres estudiantes.

“Las tecnologías tienen un profundo impacto en la vida porque permean la gran mayoría de nuestras actividades y cambian nuestra manera de trabajar, de pasar el tiempo libre, de relacionarnos, de movernos, de comunicarnos, de vivir, y nos preocupa que en todos esos cambios no haya mujeres participando”, dice Ruby Casallas, líder de Mujeres en Computación, una iniciativa impulsada por la facultad de Ingeniería de la Universidad de Los Andes.

Colombia no es ajena a este fenómeno, pues, además de que históricamente el número de mujeres que estudia ingenierías es mucho menor que el de hombres, la cifra viene decreciendo en los últimos diez años. Una muestra es que en 2001, la Universidad de los Andes registró 14 estudiantes matriculadas en Ingeniería de Sistemas frente a 7 en 2011, una disminución significativa, que también mostró la Universidad Nacional con una caída de 35 a 11 mujeres en el mismo lapso.

Según el estudio ‘¿Dónde están las mujeres en la tecnología de la información?’, del Instituto Anita Borg para las Mujeres y la Tecnología, este fenómeno ha sido estudiado por décadas de diferentes formas y la conclusión es que “no hay ningún misterio. Las mujeres que ingresan y permanecen en la carrera lo hacen bajo circunstancias extremadamente difíciles, que son casi en su totalidad dadas por los estereotipos culturales relacionados con temas de género, que a veces son sutiles; otras, ofensivos, y que finalmente refuerzan la desventaja de la mujer”.

No obstante, Casallas agrega que una causa de la poca participación se da porque los imaginarios son erróneos. “Las chicas no se imaginan qué es la carrera y creo que es la más versátil que hay. Lo que se aprende se necesita en cualquier parte, sirve para mejorarle la vida a la gente, se puede trabajar en cualquier empresa o emprender una y ser su propio empleador, además de que hay una demanda increíble de profesionales en esta área a nivel mundial”.